lunes, 29 de septiembre de 2014

PostHeaderIcon El libre albedrío y el Arbol de la Vida

<Es como un Rey que hubiera preparado un magnifico palacio para que lo habitara con él su bienamado hijo y heredero. Éste puede elegir entre un conjunto de vestiduras maravillosas, comer espléndidos manjares y ser atendido por resplandecientes sirvientes. Pero abrumado por tantos dones, un sentimiento de vergüenza se apodera de él: de ningún modo puede corresponder a tal superabundancia de amor; sólo puede recibir, pero no dar nada a cambio. Se encuentra entonces radicalmente separado de su Padre, que es puro Amor, puro deseo de Dar. De esta forma el bien supremo de la naturaleza divina se le niega.
“Padre mío –le dice- sólo hay una solución. Renuncio a todo lo que me das pata ganarlo por mi propio mérito, para ganarme mi propio pan con el sudor de mi frente. Sé que con esto te parto el corazón, pero es la única forma de que te pueda dar algo y ser también como tú. Y esto que te puedo dar no puede ser otra cosa que la alegría del retorno a ti, cuando esté preparado para aceptar libre, voluntaria y conscientemente todos tus dones, sabiendo lo que son por haber carecido de ellos. Sé además que con esto también realizo tu voluntad más íntima, pues tú también quieres que yo sea lo más parecido a ti y lo más feliz, siendo uno contigo.”
A pesar de su dolor, el Rey accede a sus deseos y transforma todo el esplendor que había preparado en una apariencia de lúgubre chabola en los sótanos de su palacio. Constantemente le está esperando, vigilante, aunque oculto, y le envía todo tipo de mensajes y ayudas encubiertas para facilitarle el camino de retorno a su lado. Le dice: “esta es la escalera de la creación. Sube por ella de vuelta a los salones y jardines de tu palacio, pues para ti lo hice construir.”>

Extracto del libro "El camino del Árbol de la Vida", de Eduardo Madirolas


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"Ningún muro contra lo sagrado nos puede alejar de lo sagrado. Podrás encarcelar al hombre, pero no hay prisión que pueda encerrar su mente o su corazón. Su alma, su Espíritu, su mente, su corazón, se deslizarán entre los barrotes, porque todos nacieron con alas." Clarissa Pinkola Estés
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